BIOGRAFÍA

En la obra de Luis García Gil (Cádiz, 1974) conviven de manera absolutamente personal literatura, cine y canción de autor. En el ámbito de la canción ha publicado Serrat, cantares y huellas, Serrat y Sabina a vista de pájaro, Jacques Brel, una canción desesperada, Javier Ruibal, más al sur de la quimera y Joan Isaac, bandera negra al cor. Su amor al cine ha dado como fruto el libro François Truffaut publicado por Cátedra y el guión y producción del documental En medio de las olas dedicado a su padre el poeta José Manuel García Gómez. También ha producido el documental Vivir en Gonzalo que ha dirigido Pepe Freire y en el que se profundiza en la obra de Gonzalo García Pelayo. Como poeta es autor de La pared íntima, Al cerrar los ojos y Las gafas de Allen. Es autor además del libro José Manuel García Gómez, un poeta en medio de las olas.




jueves, 31 de enero de 2013

LA COMPARSA DE ARAGÓN



El escritor Don Delillo encabezaba su aclamada novela Libra con esta cita: "La felicidad no se basa en uno mismo, no consiste en tener una pequeña casa, en dar y recibir. La felicidad se consigue al participar en la lucha, en la que no existe una separación entre la vida personal y el mundo en general". La frase no es de Willy Toledo sino del epistolario de Lee H. Oswald, el verdugo que acribilló a JFK. Viene esto a cuento porque hay que cuidarse de ciertos iluminados que creen que su lucha es la única lucha posible y cuya revolución pendiente pudiera acabar llevándose por delante cualquier tipo de disidencia. Al final quienes dicen que vivimos en una dictadura encubierta pudieran aspirar a crear otro tipo de dictadura. Y paradójicamente terminan destilando una arrogancia, un odio y una intolerancia ante el que piensa diferente que está bastante lejos de lo que debiera ser una convivencia democrática. Y conste que pienso que todos los días existen más de cien motivos para rebelarse ante un sistema que hace aguas permanentemente. 

A los autores de Carnaval se les exige compromiso, letras de emergencia, denuncia y todo ese repertorio de voces críticas es lógico que se acreciente en estos tiempos de absoluta indecencia política. Dicho esto hay que decir que estos mismos autores tienen una responsabilidad con el público y por ello interesa el talante, la forma de desarrollar los temas, de poner el dedo en la llaga, sin caer en la pura demagogía, en la estridencia que sólo gustará a los fanáticos que no escuchan y que siguen a su comparsa como a un dios al que rendir eterno culto y pleitesía. 


Juan Carlos Aragón trae este año una comparsa llamada Catastrophic Magic Band. Al aclamado poeta de la fiesta se le debieran exigir unos pasodobles más elaborados. En su segunda comparecencia en el Falla su visión de la derecha española no se alejó del lugar común, del tópico establecido, del discurso manido que uno encuentra a diario en las redes sociales.  Es una obviedad que hay una derecha enconada pero también hay una izquierda que no transita precisamente por la mesura ni por el respeto al que difiere mínimamente de sus planteamientos. Que Aragón se erija en gurú o iluminado de la izquierda da que pensar. A un autor de referencia se le debiera -insisto- exigir un discurso más elaborado, menos tendente al exabrupto que al final es lo fácil.

De uno de sus pasodobles se deduce que Aragón considera saludable que un partido gobierne Andalucía hasta el fin de los tiempos, sin pensar que la democracia es alternancia y que el coto privado o cortijo que presumiblemente instalarían los del PP en nuestra tierra lleva años siendo propiedad del PSOE. Porque habría que recordar que no otra cosa han conocido los andaluces que el gobierno del PSOE y el balance de la gestión de este partido no creo que sea como para tirar cohetes. Pero Aragón se maneja bien en los tópicos, aunque quiera hacernos ver que es un autor trascendente, a la vanguardia siempre del pensamiento libre. No seré yo quien le niegue -faltaría más-  su importancia en la propia historia cantada del Carnaval de Cádiz. Otra cosa es que sus referencias a Blas Infante o a los fantasmas del franquismo suenen en sus labios a discurso obsoleto, a lugar común, destinado a envalentonar a una audiencia poco exigente. 

Si La serenissima fue -con todas sus excentricidades- la mejor versión de Aragón, Catastrophic Magic Band es su reverso pese al excelente conjunto de voces que atesora. De momento -y no deja de resultar curioso- quien mejor está cuestionando en el concurso el sistema político y económico que padecemos es Selu García Cossio que con la chirigota Las verdades del banquero ha vuelto a dar en la diana de la ironía, del ingenio y del savoir faire carnavalesco, si se me permite el galicismo. Lo del Selu es punto y aparte. Lástima que su modalidad no atraviese sus mejores días, sintomático del momento actual que atraviesa el Concurso del Falla, pese a los ditirambos de quienes siguen negando esa realidad.

domingo, 27 de enero de 2013

LAS IDENTIDADES

La luna dibujada en "Son de insomnio" o la playa de Rota que ha devuelto el cadáver de treinta y siete fugitivos de origen marroquí. El poeta que se rebela, que acaricia también la revelación del poema que vibra cual acorde en la piel de las cosas. Lisboa y los heterónimos de Pessoa o el verano que vuelve y al que el poeta interroga: "Verano que ahora vuelves/ acuérdate por hoy/ de quienes fuimos...". 

He aquí el pasado que se habita, el dedo infantil recorriendo un mapa escolar, el ser y la nada, la identidad, el peso de las sombras. He aquí los restos de tabaco, la enfermedad, la arcadia de un paisaje en el que un niño descubre un reptil muerto. He aquí el verso de Jules Laforgue o el vaho de los cristales donde las musas vienen a mirarse. 

El poeta que fluye como río de eternidades, que derrama el canto, el espejismo, la teoría del caos, la propia vida temblando en la entonación, en el latido de las sílabas. Aquí estoy leyendo Las identidades de Felipe Benítez Reyes, sintiéndome parte del relato emotivo, intenso,  que traza el poeta roteño. Me fascina el poema que dedica a los mirlos porque ahí radica la esencia del poeta, en sublimar lo cotidiano atendiendo a los sonidos del mundo, al misterio pero también a la evidencia que pudiera pasar inadvertida. 

Con el tiempo ciertos poetas acrecientan su escepticismo. Las identidades es el libro de un escéptico y es también una rosa crepuscular tatuada en el pecho del mundo, una rosa que sangra pero que también contiene ese resto de humor que salva del abismo. En 1927 Judith Erebe escribía un texto muy significativo sobre Buster Keaton en el que empezaba afirmando que el humor era una forma artística absolutamente superior. José Manuel Benítez Ariza ha observado en su blog el humor que atraviesa las páginas de Las identidades. Esos destellos de humor no son nuevos en la obra de Felipe Benítez Reyes y fortalecen ese recuento de pérdidas que todo poema es o puede llegar a ser. 

Quien navega comprende la razón de la trama -dice el poeta-. En la Plaza Garibaldi de Nápoles la multitud huye y las maletas terminan arrojando luz sobre cada identidad dormida o despierta que busca un destino. Felipe Benítez Reyes muestra su condición viajera, la huella de su escritura melancólica que es capaz de atender en uno de los poemas a la composición hierática que forman el rey y la reina en los fríos salones de su palacio. 

La noche termina cayendo sobre el cuerpo del poema: "Hay eternidades que parecen/ apenas una noche...". El miedo termina apoderándose del hombre que se mira en el espejo, que es suma de conjetura y duda. Al cerrar las páginas del libro permanece la plenitud expresiva del poeta, todo ese mundo de sensaciones que se han apoderado de la hoja en blanco y certifican el lugar privilegiado que ocupa en la poesía española de nuestros días. 

viernes, 25 de enero de 2013

DREXLER



Supone un privilegio para Cádiz que Jorge Drexler anuncie el Carnaval. Como quiera que la ignorancia es atrevida hay quien disiente del pregonero montevideano por considerarlo un advenedizo de la fiesta. Drexler ya citaba a Cádiz en la canción "De amor y casualidad" que integraba Llueve, su segundo disco publicado en España. Su primera mujer tenía raíces gaditanas y Cádiz ya aparecía en su cancionero como unidad de destino. Lo mismo sucedió cuando se cruzó en su vida Javier Ruibal de quien   tomaría prestado "Toito Cai lo traigo andao". Su ecléctico mapa sonoro incluía al músico portuense y por extensión a Cádiz cuyas músicas y sones nunca le fueron ajenos. 

A Drexler muchos los descubrimos con Vaivén que fue el primer disco suyo que llegó a España. Aquel Drexler en proceso de formación, cándido y cálido, tocó en Cádiz varias veces y siempre encontró un público que se sentía receptivo a sus canciones. La Central Lechera acogía aquellas actuaciones intimistas, casi susurradas, del músico uruguayo que iría creciendo disco a disco hasta firmar con Doce segundos de oscuridad su obra maestra. 

El uruguayo se ha encomendado para el pregón a Javier Ruibal y  a la comparsa de Jesús Bienvenido. Con estos mimbres el pregón se presume antológico, un modo además perfecto de maridar los ecos del Carnaval de Montevideo con sus murgas y llamadas con los del Carnaval de Cádiz. 

Es deseable que el desinformado se sienta llamado a conocer la obra de Jorge Drexler cuya implicación con la fiesta está siendo absoluta desde el mismo momento en el que fue nombrado pregonero. Sería deseable también reconocer el acierto de la corporación municipal a la hora de escoger a Drexler. Todavía más si tenemos en cuenta que en otro tiempo se eligieron pregoneros-fantoches como Jesulín de Ubrique que perpetró uno de los pregones más vergonzantes de la historia del carnaval gaditano. 

Drexler ya ha adelantado una pieza embebida del perfume de Cádiz. "Cai creo que Cai" es un ejercicio de puro gaditanismo, patente de corso y una oda a la ciudad trimilenaria que en ningún caso suena impostada. Montevideo es Cádiz asomada a otro mar y Drexler también es Cádiz. Por eso su canción parece bautizada en la Caleta y bucea en el pasado fenicio y parece encaminarse hacia el Barrio de la Viña para guarecerse en las coplas que se cantan para espantar los males con el pito de caña como estandarte. 

Nadie mejor que Drexler para cantarle a Cádiz mientras cae una lluvia inmensa de papelillos, mientras un tango besa los pies de la estatua de Gades y la añeja comparsa de Paco Alba regresa de la noche de los tiempos. Imagino al músico uruguayo escuchando a Los senadores romanos remontándose a la época  en la que el gran Alfredo Zitarrosa imponía su magisterio en la canción uruguaya y latinoamericana. Es un lujo para Cádiz que Drexler sea el anunciador oficial del Carnaval aunque lamentablemente no se esperen demasiadas coplas dedicadas a honrar su nombramiento.  

miércoles, 16 de enero de 2013

DOS ESCRITORES ANTAGÓNICOS

Nada tiene en común la literatura de Georges Perec y la de Stephen King. No consta que King se haya sentido alguna vez oulipiano ni que Perec citara Carrie entre sus libros favoritos aunque nunca se sabe. Pero todo buen lector sabe que la pluralidad de lo que se lee enriquece y que no es bueno manejarse con prejuicios. Un best seller puede encerrar alguna sorpresa inesperada y una novela de culto puede dejarnos absolutamente indiferentes. Por eso mismo he mezclado en estos días la lectura de Las cosas de Perec con 22/11/63 de King.   

Perec es un escritor clave para mí. Defiende un modo de sentir la literatura, de experimentar con ella que comparto plenamente. La idea de no escribir dos veces el mismo libro suponía de entrada toda una declaración de principios por parte del novelista parisino. Lástima que la prematura aparición de la parca impidiera a Perec desarrollar en toda su magnitud su obra. Las cosas, su ópera prima, es un retrato sociológico de los años sesenta y una denuncia de la sociedad de consumo. En muchos aspectos es una novela que anticipa todo los desmanes del capitalismo, ese culto desmedido a la riqueza, a lo material que termina corroyendo los valores de una sociedad. Lo mismo se podría decir a otro nivel del comunismo, del fracaso de algunas utopías revolucionarias. De Las cosas de Perec a la reflexión de Algo va mal de Tony Judt trascurren varias décadas pero hay un mismo descontento ante una realidad que no es justa y que somete y desplaza al individuo hasta anularlo como tal.   

Me gusta la parte que Perec dedica en Las cosas al cine como cultura de masas. Subrayo frases, ideas, rincones parisinos, destellos de una prosa que discurre sin artificios y cuya grandeza reside en su sencillez. El camino hacia la monumental e hiperrealista La vida, instrucciones de uso estaba ya iniciado.

King es otra cosa al que algunos asocian a una subliteratura de consumo masivo. Superado el prejuicio interesa darle a King el beneficio de la duda, atender a los matices de su prolífica obra y adentrarse en las más de ochocientas páginas de 22/11/63. Mi imagen -lo reconozco- de Stephen King es más cinematográfica que literaria. La lectura de 22/11/63 permite descubrir un narrador de largo aliento ya que nos encontramos ante una novela trepidante, magnífica reconstrucción histórica de la América de finales de los años cincuenta y principios de los sesenta que culmina en el magnicidio de Kennedy, eje especulador y vertebrador del libro de King quien también construye un hermoso relato amoroso. No puede desdeñarse ni el arduo trabajo de documentación -preñado de referencias literarias, musicales y cinematográficas del periodo- ni la forma de desarrollar la trama. El protagonista del novelón de King viaja en el tiempo para seguirle los pasos a Lee Harvey Oswald, futuro asesino de Kennedy. Pero el pasado es obstinado como  se encarga de recalcar una y otra vez el señor Amberson, protagonista y narrador de 22/11/63. Ante una novela-espectáculo de este calibre uno ha de olvidarse de algunas deficiencias insalvables por parte de quien tiene la osadía de hacer literatura de uno de esos misterios insalvables de la historia de los Estados Unidos. La teoría de la conspiración sigue flotando en el aire. King no ha pretendido desvelar el misterio pero sí ha sabido trazar un fascinante relato de un tiempo y de un país.